Background

Hoy en día existen un total de 9345 áreas protegidas en zonas montañosas a lo largo de todo el mundo, las cuales cubren un total de 1735828 km2. Sin embargo, una de las mayores debilidades en la protección de los ecosistemas de montaña es la generalizada falta de datos básicos y de programas de seguimiento uniformes que podrían formar la base de un proceso de gestión adaptativa que garantice la conservación de especies y hábitats en zonas de motaña. Del mismo modo, la propia naturaleza de los cursos fluviales de alta montaña con poca superficie de cuenca y áreas remotas excluye estos ecosistemas de muchos de los programas de monitoreo regionales o estatales. Como por ejemplo de los programas de monitoreo que cubren las necesidades de la actual legislación ambiental específica como la Directiva Marco del Agua en Europa (DMA; 2000/60/CEE) o el “Clean Water Act” en EE.UU. (CWA; US Government 1977). Este es el caso de muchos de los cursos fluviales situados en los Parques Nacionales (PN) y en otros Espacios Naturales Protegidos (ENPs) en España, ya que no cumplen con el tamaño mínimo de la superficie de la cuenca de drenage (10 a 100 Km2) planteado en la DMA.

La utilización de métricas biológicas derivadas de la estructura y composición de las comunidades de diatomeas, macroinvertebrados y peces juegan un papel preponderante en conjunción con el método de la condición de referencia para realizar el seguimiento del estado ecológico de las masas de agua fluviales ligadas al PN de Picos de Europa. Sin embargo, existen evidencias que demuestran que dependiendo de la época y año del muestreo el diagnóstico realizado puede variar notablemente. Por lo tanto, para poder tener un diagnóstico claro y poder emitir medidas de gestión, conservación y restauración precisas y acertadas es necesario revisar la aplicabilidad de diferentes sistemas de seguimiento y monitorización en estos ecosistemas. Es decir, analizar el efecto del diseño de muestreo y las variables utilizadas en el diagnóstico ambiental que se realiza.