Introducción

Un gran porcentaje de la biodiversidad de los ecosistemas de agua dulce se encuentra en arroyos y ríos de orden bajo (1, 2 and 3; Strahler 1957), en las partes altas de los valles de diferentes cordilleras y cadenas montañosas las cuales suelen presentar un mejor estado de conservación y un mayor gradiente ambiental que su contraparte de zonas bajas o zonas llanas. Estos cursos fluviales de orden 1 y 2 pueden suponer hasta un 60% de longitud de las redes hidrográficas (Strahler 1957), sin embargo, a día de hoy no cuentan con tipologías oficiales y, por tanto, carecen de sistemas de diagnóstico del estado ecológico y del enunciado de condiciones de referencia. Del mismo modo, la falta de criterios específicos en la legislación ambiental actual para incluir ríos alimentados por surgencias hace que estos cursos fluviales queden también fuera de los sistemas de monitorización oficiales. Sin embargo, estos ríos pueden tener una entidad importante en la propia surgencia comparable a ríos con una superficie de cuenca considerable (> 10 km2; Barquín y Death 2009).

Desde hace tiempo se conoce que diferentes actividades humanas amenazan el estado de conservación de diferentes ecosistemas en la red de Parques Nacionales dela Península Ibérica.Enconcreto, los ecosistemas fluviales del PN de Picos de Europa tienen una creciente presión antrópica con claros efectos sobre el ecosistema fluvial y sus comunidades biológicas (p.e. Rodríguez et al. 1994). Además, recientes estudios realizados en el PN de Picos de Europa demuestran que las comunidades biológicas de los ecosistemas fluviales del PN pueden tener una gran sensibilidad a los cambios ambientales naturales (Barquilla 2009). Esta gran variabilidad natural en las comunidades biológicas dificulta el reconocimiento de los efectos de presiones antrópicas mediante sistemas de métricas biológicas tradicionales (Álvarez- Cabria et al. 2010), ya que una gran variabilidad natural incrementa la probabilidad de cometer errores de tipo I (no identificar un impacto cuando existe) o tipo II (identificar un impacto cuando no existe; Downes et al. 2002). Por tanto, se hace necesario investigar en profundidad la interacción entre los factores ambientales más importantes del ecosistema fluvial (hidrológicos, geomorfológicos y calidad del agua) y las comunidades biológicas utilizadas comúnmente en los programas de monitoreo del estado ecológico en estas zonas de alta montaña. Del mismo modo, es necesario investigar si otros indicadores (p.e. rasgos funcionales o indicadores de funcionamiento ecosistémico) u otros métodos de diseño de muestreo (p.e. dirigido a mesohabitats, o diseño control/impacto) pueden ser más eficaces que los métodos oficiales a la hora de detectar los efectos de diferentes actividades antrópicas en estos ecosistemas.